Cueva del Tinterillo
Una "aventura" en la Sierra del Torcal . Antequera (Málaga) 
Carmen Rosa Aguayo
..
Subimos en el coche a la Sierra un grupo De siete amigos. Era reducido pero bueno. El tiempo estaba rebelde, anunciaba lluvia abundante, se veía algo más claro aquí, en el pueblo, pero negro y espeso en la Sierra.
Comenzamos la marcha despacito, disfrutando de la compañía.
La niebla nos animó a dirigirnos hacia la Casilla de los pastores, una cabaña hecha de piedra bajo una gran hendidura de roca. Allí desayunaríamos resguardados de la lluvia, que no era intensa pero sí constante.
Al pasar por el “Tintero”, alguien propuso entrar a la cueva.
Fue tan tremendo que no pudimos sino reírnos.
Entramos primero las mujeres, Rocío y yo, con Joaquín. La entrada hay que conocerla porque apenas si se ve de pequeña. Es una sima como otras tantas del Torcal, de manera que el acceso es muy vertical y difícil.
Estaba todo lleno de agua y de barro muy resbaladizo. Joaquín soltó la mochila para ayudarnos y un sonido nos indicó que algo caía. “Plof, plaf, plof...
-“¡Oye! ¡Escucha! ¡¿Qué es eso?! ¡Horror! ¡La mochila! -dijo Joaquín-
-¡Voy a buscarla! Y se fue, Joaquín, tras ella como un rayo.
Rocío y yo nos miramos a oscuras, no nos vimos la cara de espanto, pero la intuimos...
La mochila estaba en la boca del abismo y el suelo prometía un resbalón en cualquier momento.
-Joaquín, ¿dónde estás?
-¿Ves algo?
-No. No veo nada, está muy oscuro... Esta mochila no la pienso perder...
Silencio.
-Joaquín, ¿dónde estás?-repetía yo.
-¡Déjalo! ¡No vayas más abajo!-decía Rocío.
-¡Ten cuidado, por Dios!
Silencio.
A todo esto, seguían entrando por el estrecho boquete.
Parecíamos croquetas emborrizadas. Chorreando agua, agarradas a las rocas mojadas y embarradas donde nos estábamos dejando las uñas...
-Rocío, ¿dónde estás? -dije.
-Aquí, aquí. Yo no me muevo. -contestó.
-¡Ay!, !que me resbalo! ¡Cuidado! ¡Joaquíiin!
De pronto, se oyó un golpe y se hizo el silencio... La tensión llegó a su límite.
-¡Aquí está! ¡La encontré! -sonó la voz de Joaquín con gran alivio.
-¡¡Uf!! ¡Por fin! -soltamos las dos casi al unísono.
-¡Sube ya, y quítate de ahí!
-¡Venga, salimos, aquí no se puede estar! -dijo él.
-¡Cuántas goteras! ¡Estoy empapada! ¡Media vuelta, Pepe!
Poco a poco fuimos soltando las piedras, donde estábamos casi adheridas y abrazando otras para no resbalar más. Hacia arriba, donde se veía la claridad del boquete de entrada...
-¡Al fin fuera! -pensé con agrado. ¡Esto es como nacer de nuevo!
-¡Qué odisea! ¡Hala! ¡Vamos a la Casilla de los pastores!
-!Mejor será!
-Pero..., deja que te limpie la cara, que la tienes cubierta de barro...
-Pues no soy la única... Ja,ja,ja
-¡Poneros ahí, que este momento hay que inmortalizarlo. ¡Foto! ¡Plaf!

© Carmen Rosa octubre 2002

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