LULA Y HADA REFLEJO- 6 Y FIN

Capítulo II
¿DÓNDE ESTÁ LULA REFLEJO?
Un cuento de Carmen Rosa. 2012

Lula y Hada Reflejo entraron corriendo en la casa para buscar
a la niña creada por el hada. La niña idéntica a la original que hizo
las veces de ésta cuando estaban ayudando a los duendes. Gracias
a ello, sus padres no advirtieron su ausencia. Una ausencia que
duró varios días y que resolvió el enigma de los duendes perdidos.
Entraron en la vivienda y la buscaron por todas las habitaciones de
la planta baja. No estaba. Subieron las escaleras. En la segunda
planta, tampoco estaba.
-¿Estará en el desván?
-¡Subamos!
Allí la encontraron.
-¡Cuidado, Lula! -dijo el hada -¡Qué no te vea!
Junto a la ventana, se encontraban la niña reflejo y la madre
de Lula.
Lula frenó bruscamente su carrera justo antes de atravesar la
puerta. No debían verla hasta que Hada Reflejo invirtiera el
hechizo. Pero en ese mismo instante, al escuchar el ruido, la niña
Reflejo miró hacia la puerta y pudo verlas allí apostadas a las dos.
Éstas dieron un paso rápido hacia atrás, pero a pesar de ello, la
niña las había sorprendido y se había quedado boquiabierta.
-¡Corre! -dijo el hada -¡Corre!, Lula, ¡Corre!
-¿Qué? -dijo perpleja.
-¡Tenemos que irnos! -contestó el hada agarrándola del brazo
y tirando de ella con fuerza.
Bajaron las escaleras tan rápido como pudieron y se dirigieron
al sótano. Una vez allí, recobraron el aliento y se miraron
asustadas.
-¿Qué pasa? -preguntó Lula.
-¡Oh! ¡Que error más grave! -dijo Hada Reflejo.
-¿Qué?
-¡Que tenemos problemas! -dijo el hada –La niña Reflejo no
debía verte bajo ningún concepto. Cuando esto ocurre es casi
imposible invertir el hechizo.
-¿Cómo? ¡No puede ser! -dijo Lula espantada. -¡Esto sí que es
un problema!
Entonces, Lula empezó a sentirse muy mal pues tenía ganas
de correr hacia su mamá y darle un fuerte abrazo y un montón de
besos, ya que hacía días que no la abrazaba.
-La niña Reflejo no debe encontrarnos -dijo el hada.
-¿Y qué hacemos ahora? ¿Vamos a ver a la Maga del Bosque?
-dijo Lula.
-No. No. Que se enfadará muchísimo -dijo el hada, temiendo
la reprimenda.
-Pues preguntemos a los herrerillos del olmo.
-Es que ellos nos llevarán a la Maga del Bosque...
-Pues, podemos esperar a la noche y cuando mi Reflejo esté
dormida, la haces desaparecer con tu varita mágica! -añadió
esperanzada.
-¡No puede ser! -dijo el hada -ya te he dicho que es muy
difícil. Hay que borrarle tu imagen de su memoria.
-¿Para qué? -dijo Lula.
-¿Para qué? Pues... Yo misma no lo sé. Es algo muy
complicado, difícil de explicar.
Pasaron la noche en el sótano, reservadas de ser vistas y allí
durmieron un tanto nerviosas. A la mañana siguiente decidieron ir a
ver a sus amigos los duendes. Era la solución más acertada y la
única.
Se acercaron a la poza, se situaron entre los tres árboles. El
sauce, el chopo y el olmo y los llamaron, como habían acordado,
“con un suave silbido varias veces repetido”.
-¿Qué ocurre? -dijo un duende apareciendo por detrás de un
enorme helecho.
-¿Quién llama? -observó otro duende que salió rodeando el
olmo.
Así, fueron apareciendo varios duendes que se quedaron
preocupados al escuchar las palabras de Lula y Hada Reflejo:
-No sabemos como resolver este problema -dijo el hada y
añadió -la niña Reflejo de Lula, sabe que existimos y nos está
buscando.
-Y si es como yo... -añadió Lula -no parará hasta que lo
consiga.
-Esto es complicado -dijo un duende -convoquemos una
reunión de urgencia. A ver qué dicen los demás. Y si no se nos
ocurre nada, miraremos en el la Esfera de luz para hallar alguna
respuesta. ¿No os parece?
-Sí. Sí -dijeron las dos amigas un tanto aliviadas.
Entonces, los duendes las hicieron pasar por una portezuela
secreta que tenía la base del viejo olmo. Entraron en una cavidad
en penumbra, con ventanucos naturales. La luz se filtraba por allí
con gran belleza, proyectando rayos luminosos con partículas en
suspensión. Lula se quedó boquiabierta observando aquella belleza.
Pensaba que no se había fijado nunca en esta puerta secreta del
viejo olmo.
-¡Qué lugar más hermoso! -dijo en un susurro a Hada Reflejo.
-El bosque está lleno de secretos, pequeña niña -dijo Iona, la
duende mayor, que la había escuchado.
La cavidad natural se estrechaba al fondo y daba paso a un
pasillo ancho pero de poca altura.
-¡Cuidado con la cabeza!
A pesar de la penumbra se podía ver bien. Lula se sentía
intrigada por saber dónde terminaba todo aquello. Hada Reflejo
sonreía. Tras recorrer el pasadizo, llegaron a una explanada grande
y abierta. La luz del sol entraba a raudales. Había mucha
vegetación y el suelo terminaba en un gran desnivel con un salto de
agua que caía de un arroyo. Este arroyo salía por un lateral de la
cueva. El lugar era muy reservado. Los duendes se reunían aquí
para resolver los asuntos importantes. Otros duendes habían
escuchado la llamada y se encontraban ya esperando. Una vez más
se sentaron en círculo y conversaron.
Iona, la duende más anciana, tras relatar al resto la situación
de Lula, preguntó si estaban de acuerdo en mirar de nuevo en la
Esfera Radiante, como habían hecho para salvar a los niños duende
resolviendo el enigma con éxito. Todos asintieron y se dispusieron a
ello. Sentados en círculo, permanecieron en silencio, centrada la
atención en el corazón. Al poco, un resplandor brotó del pecho de
todos ellos, y se fue agrandando con intensidad. Lula y Hada
también contribuían a ello. Cuando todos alcanzaron una luz muy
brillante, dirigieron su mirada al centro del círculo y proyectando
una esfera radiante del tamaño de una persona. Luego, la esfera se
fue volviendo transparente. Entonces, los duendes, vieron como
dentro de ella aparecía la imagen de la niña Reflejo de Lula. Estaba
buscando algo en la habitación. Todos vieron como hallaba el
cestito donde se había incubado el huevo de oro. Lo miraba muy
pensativa. Lula se removió inquieta, conteniendo su asombro. Hizo
un esfuerzo y volvió a concentrarse en la luz, para que no se
disipara la imagen. A continuación, vieron que la niña Reflejo
discutía con los papás de Lula, se negaba a obedecer y tenía la
habitación muy desordenada. Había sacado todos los cuentos de la
librería y los había tirado por el suelo. Luego, la vieron en la cocina
cogiendo un tarro de harina y rociándolo sobre la gata que huía
desconcertada. Vieron a su mamá muy disgustada y que la
reprendía severamente.
Lula no daba crédito a lo que estaba pasando. De pronto, las
imágenes se disiparon y la esfera se volvió opaca. Hubo un
profundo silencio. Todos se preguntaban ¿qué estaba ocurriendo?
Hada Reflejo dijo:
-Esto es cosa del hechizo. Cuando éste falla, las consecuencias
pueden ser desastrosas.
-¡Y peligrosas! -dijo Iona- debemos actuar cuanto antes, esa niña
puede llegar a ser muy malvada.
-¡Es cierto! -dijo Hada, -y ¿qué hacemos?
-Podríamos tenderle una trampa y atraparla -dijo Lula.
-¡No! ¡Eso es imposible! Ella debe desaparecer -contestó el hada.
-Podríamos hablar con ella y explicarle lo que ha pasado… -añadió
Lula.
-¡Qué disparate! Eso no serviría de nada. Hay que hacerla
desaparecer cuanto antes -dijo el hada.
-Pues, ¿cómo? -Lula empezaba a desesperar.
-Esa es la cuestión “¿cómo?”...
Tras un prolongado silencio, Iona volvió a hablar:
-Concentremos nuestra luz en esta pregunta, a ver qué nos dice la
Esfera.
Miraron la esfera y esta vez, no apareció nada. Se concentraron
largo rato y nada. Estaban impacientes, no sabían por qué
respondía la luz. Hada Reflejo miró a Lula y vio que estaba inquieta,
se removía nerviosa y parecía a punto de sollozar. De pronto, sus
miradas se cruzaron y Lula se incorporó de un salto y comenzó a
vociferar. Decía que añoraba a sus papás, deseaba estar con ellos.
No comprendía por qué ocurría todo esto. Cada vez estaba más
alterada. El llanto le llevó a la rabia y comenzó a dudar de todo. Se
dirigía al Hada y la culpaba de lo ocurrido, de no haberle advertido.
Le dijo palabras muy duras. Todos que pusieron tristes,
comprendían que Lula estuviera asustada. Sabían que era una
situación muy difícil para ella. Entonces, Hada Reflejo quiso
abrazarla, pero ella le dio un empujón y salió corriendo. Tomó un
sendero que salía hacia el arroyo entre la maleza y corrió con todas
sus fuerzas. Corrió sin parar, sin pensar, sin ver lo que se
avecinaba. En su carrera febril, no reparó que había llegado al
barranco. De pronto todo se despejó, y le pareció que el suelo se
desvanecía bajo sus pies. Sorprendida, vio que el propio impulso de
la carrera la había precipitado al vacío.
¡Aaaah! -gritó por los aires mientras caía.
Un fuerte chasquido contra el agua avisó de que se sumergía en las
profundidades del lago. Con todas sus fuerzas, Lula, intento
emerger manoteando. A duras penas, logró llegar a la superficie,
justo en el momento en que no le quedaba aire en los pulmones.
Respiró profundamente exhausta. Buscó la orilla y se dirigió
nadando hacia ella. Allí, se tumbó sobre la hierba y poco a poco fue
recobrando el aliento.
El lago era enorme. Había mucha vegetación alrededor y la playa
de arena y rocas parecía tranquila. Se incorporó y se sintió muy
asustada. Se dio cuenta de lo que había pasado, y que su rabia la
había llevado hasta allí.
-¡Uf! ¡Qué poco ha faltado! -se dijo mirando las rocas cercanas.
Estaba perpleja y asustada y comenzó a llamar a sus amigos. Dio
voces muy fuertes, gritó con toda su alma, pero no halló respuesta.
Volvió a llamar varias veces, pero nada. Cuanto más llamaba, más
profundo era el silencio que le seguía. Se le hizo un nudo en la
garganta. “Los duendes me estarán buscando” pensó
tranquilizándose, “pronto llegarán a rescatarme”. Se levantó de allí
y comenzó a mirar por los alrededores. “Parece que no hay salida”.
Estaba descorazonada, de nuevo, se sintió abatida y rompió a llorar
desconsoladamente.
Por su parte, los duendes y el hada la estaban buscando.
Habían seguido el sendero que llegaba al arroyo, se asomaron al
salto de agua, pero no lograron ver nada. También ellos la
llamaban a voces, pero no había respuesta. No sabían qué hacer.
Estaban muy consternados.
-¿Qué hacemos? -dijo uno de ellos.
-Volvamos al círculo -dijo Iona -tal vez ahora se ilumine la
Esfera.
Y así fue. La Esfera de Luz se puso resplandeciente enseguida
y cuando se despejó, todos pudieron ver unas letras doradas que
decían:
“La prueba de la soledad traerá fortuna”
Y a continuación vieron a Lula en aquel lugar, totalmente
aislada. Comprendieron que no había salida para ella y que no
debían llegar hasta allí. Lula, tendría que pasar una prueba de
soledad durante un tiempo.
Los duendes decidieron aceptar la nueva situación y intentar
ayudarla desde la distancia. Por otra parte, seguirían buscando una
solución para hacer desaparecer a la niña reflejo, que cada vez
estaba más endiablada.
Cuando llegó la tarde, Lula, aún lloraba desconsolada. Luego,
el cansancio la rindió y cayó en un profundo sueño. Entonces, Hada
Reflejo aprovechó para ir a velar sus sueños y hablarle
amorosamente mientras dormía. Le dijo palabras de consuelo, le
explicó la nueva situación y la prueba que debía pasar. Le hablaba
con mucha ternura, pues ella era su Hada Madrina y la quería
mucho. Lo hacía mientras la niña dormía, pues no le era posible
estar con ella de otro modo.
A la mañana siguiente, Lula despertó inquieta. Tenía que salir
de aquel lugar cuanto antes. De nuevo, llamó a los duendes una y
otra vez, pero no hallaba respuesta. Se lanzó al lago en busca de
salida pero el lugar era inaccesible. Así, continuó todo el día y al
llegar la tarde, se rindió agotada. Otra vez, el llanto brotó
incontenible.
-¡Por favor, Maga del Bosque, ayúdame! - rogó con emoción –
¡Acude a mi! - repitió varias veces.
Entonces, tras unos instantes, las aguas del lago se
aquietaron, comenzaron a resplandecer y dejaron ver el rostro de la
Maga del Bosque como en un espejo plateado.
-Has de pasar una dura prueba de soledad, pequeña niña.
-dijo con voz amorosa.
-¿Por qué? ¿Por qué tengo que hacer eso? ¡Yo no he hecho
nada para merecer esto! - gimió Lula con cierta rabia.
-Para deshacer el hechizo. Si pasas con éxito esta prueba, la
niña reflejo dejará de serlo y desaparecerá.
-Pero, yo quiero ver a mis papás y tengo hambre. ¿Y dónde
está Hada Reflejo? -dijo con angustia.
-Pronto verás a tus padres y el hada velará tus sueños, Lula.
Sé valiente -respondió la Maga.
-Por favor, no te vayas, no quiero estar sola -rogó la niña.
-Cuando la Luna deje ver su reflejo sobre el agua, estarás
lista.
Y diciendo esto, desapareció la imagen del agua, diluyéndose
suavemente.
Mientras tanto, los duendes se afanaban en montar una
guardia para observar los movimientos de la niña reflejo. El hada
sugería cosas sin descanso:
-Iona, tú podrías organizar los turnos de los duendes. Y
vosotros -dijo dirigiéndose a los más jóvenes -encargaros de que
no le falte alimento ni abrigo a nuestra Lula.
-Sí, sí -decían todos, colaborando con ahínco.
De esta forma, decidieron que habría un duende vigilando
cada hora del día a la niña Reflejo y que informarían a los demás de
todos los movimientos que hiciera. Así fue como supieron que Lula
Reflejo, estaba investigando por toda la casa. Se veía que tenía la
firme intención de encontrar a su gemela. Ahora, estaba castigada
porque había contestado mal a sus padres. Pero enseguida se las
ingenió para escaparse sin ser vista. Había descubierto el canastillo
con los restos del huevo de oro y se dirigió al arroyo a buscar
nidos. Quería encontrar alguna pista o tal vez, otro huevo de oro.
Una vez en la poza, vio el sauce, el chopo y el olmo y se
detuvo pensativa. Luego, vio el nido de los herrerillos y trepó al
árbol con avidez. Estaba vacío, las crías habían volado. Con un
gesto de disgusto descendió del árbol. Buscó un hueco cerca del
arroyo, se acomodó y permaneció muy quieta observando atenta.
Al poco, cerró los ojos y fingió estar dormida. Un duende la estaba
vigilando, tal como habían dispuesto y al ver que estaba dormida,
aprovechó para salir de su escondite. Entonces, la niña, abrió un
ojo y vio al duende. No se movió. Se quedó muy quieta y fingió
roncar. En ese momento, llegó otro duende para hacer el relevo.
-¿Qué ha pasado? -dijo en un susurro.
-Se ha dormido -le contestó el vigilante, que ya se disponía a
marcharse.
-Vale. Muy bien. Pues, ya vigilo yo.
Hablaban en voz baja y solo se escuchaba el murmullo del
agua. El duende volteó el olmo, empujó la portezuela y penetró
dentro de éste, despidiéndose de su compañero con un gesto. Lula
Reflejo pudo ver que allí había una puerta secreta.
-¡Lula! ¡Lula! -llamó una voz desde la casa.
Ahora la llamaba su madre. Pero luego volvería a escaparse y a
mirar el lugar por donde había desaparecido el duende. La mamá la
reprendió severamente. No salía de su asombro, se diría que le
habían cambiado a su hija.
Mientras tanto, nuestra Lula, la auténtica, seguía en su isla
solitaria. Sentía un nudo en el estómago seguido de náuseas. No
quería estar allí, no era justo ¿Por qué no venían a rescatarla? ¿Y
Hada Reflejo? Ella la había metido en este lío y ahora desaparecía.
Sentía mucha rabia contra ella, y contra los duendes. Y contra todo.
Esperaba que la ayudaran enseguida. ¿Por qué no venía nadie? Y
sus padres ¿por qué no la echaban de menos? ¡Claro! Ahora tenían
otra hija y ya no la querían a ella.
Lula se sentía abandonada y no comprendía por qué era la
víctima de toda aquella trama. Hasta tal punto se enfadaba que no
paraba de gimotear y patalear desesperadamente. Vociferaba
llamando a la Maga del Bosque pero era inútil. ¡Nada! Ni señal.
Entonces, se lanzaba a una carrera veloz, buscando una salida, con
lágrimas de rabia en los ojos y a tropezón limpio, subía a los
lugares más altos y desde ahí, gritaba y gritaba hasta enronquecer.
Solo el silencio respondía a su desesperación. Finalmente, quedaba
exhausta y regresaba al lugar de partida. Allí, encontraba alimento
y abrigo que los duendes arrojaban desde la zona de la cascada.
Tras comer algo, se acurrucaba en un rincón y caía rendida en un
sueño entrecortado.
A la mañana siguiente, el día amanecía radiante pero Lula no
lo apreciaba así. Se despertaba con un nudo en la garganta, miraba
a su alrededor y comenzaba a llorar. Así estuvo varios días.
Envuelta en la marea de sus emociones. Apenas comía y por las
tardes, le invadía una sensación de soledad inmensa que se le
clavaba en el corazón como una lanza y la hacía llorar sin parar.
Luego, se quedaba dormida.
No lejos de allí, en la casa, Lula Reflejo, había vuelto a
desobedecer a sus padres y se había escapado de nuevo. Estaba
resuelta a encontrar a la niña que era igual que ella y al hada que
la acompañaba. Ella las había visto, y también a los duendes. Y se
prometía acabar con ellos. Se dirigió al olmo y buscó el lugar por
donde había desaparecido “ese asqueroso enano”. No tardó mucho
en encontrar la trampilla de entrada. Comenzó a toquetear por
todas partes hasta que consiguió que la portezuela se abriera. Un
duende, que la estaba observando desde su escondite, dio la voz de
alarma. Al poco, todos los duendes sabían que había una intrusa en
el pasadizo secreto.
Lula Reflejo había entrado en la estancia bajo el olmo y se
disponía a recorrer el pasadizo hasta la gran cueva de las
reuniones. Los duendes, alertados, se pusieron a cubierto. Parecía
que no había nadie en aquellos pasadizos pues estaban muy bien
camuflados.
Lula llegó muy rápidamente a la cavidad luminosa, mirando
por todas partes y buscando sin detenerse. Los duendes la
observaban escondidos y ella se fue dirigiendo hacia el arroyo que
terminaba en la cascada. Allí, no había nadie. Continuó el sendero y
justo en el borde, donde comenzaba la caída del agua se detuvo a
mirar.
Entonces, la vio. ¡Allí estaba! ¡Esa niña repetida que era igual
que ella! Sin pensarlo dos veces, cogió carrerilla y dio un enorme
salto lanzándose al vacío con decisión y cayendo estrepitosamente
en el lago. Luego, nadó hacia la orilla y salió del agua. “ Se iba a
enterar aquella niña que se atrevía a ser como ella sin pedirle
permiso!”
Al escuchar el golpe sobre el agua, Lula se dirigió ansiosa
hacia el lago y vio a su reflejo. Se quedó petrificada. La niña reflejo
se dirigió hacia ella en tono amenazador. Sin decir una palabra se
abalanzó sobre ella. Pero Lula no estaba enfadada, no quería luchar
deseaba hablar con alguien, aunque fuera con su reflejo. Sin
embargo, Lula Reflejo, se mostraba rabiosa y parecía que quería
eliminarla. Lula tuvo que defenderse. Lucharon como dos rivales.
Aunque, la una atacaba y la otra esquivaba los golpes. Lula Reflejo
cada vez estaba más enfadada. En un momento de descuido, Lula
aprovechó para salir corriendo y esconderse. El hecho de haber
recorrido cada rincón de aquel lugar le daba ventaja. Sabía lugares
donde difícilmente la encontraría. Lula Reflejo, cogió la cesta de la
comida y la lanzó al aire a patadas, dejando caer todo por los
suelos. Luego, corrió detrás de Lula para alcanzarla. Ésta tenía
mucho miedo. No podía imaginar que su reflejo llegara a ser tan
malvada. Pero estaba bien escondida y la niña pasó de largo. Allí,
permaneció quieta durante largas horas. Luego, escuchó pasos y
vio que su reflejo volvía de nuevo. Lula, resolvió quedarse allí toda
la noche sin moverse. Tenía hambre y frío pero el miedo era mayor.
Ahora pensaba el modo de resolver la nueva situación.
A la mañana siguiente, Lula resolvió salir. Estaba aterida, cansada
de esconderse y quería enfrentarse a su reflejo. De esta forma, se
acercó a la orilla con cautela. No había nadie. De pronto, sintió un
ruido sobre su cabeza y la niña reflejo se le echó encima con un
fuerte golpe. La había estado esperando. Cuando pudo liberarse de
ella, Lula le gritó con todas sus fuerzas:
-¡No deseo pelear! ¡No hace falta que nos peguemos!
Lula Reflejo se detuvo un instante, pero enseguida la buscó
para zurrarle. De nuevo lucharon de manera cómica pues una
pegaba y la otra evitaba los golpes. Tras un largo rato, Lula decidió
detenerse. “Ya está -se dijo -no voy a luchar más. Dejaré que me
pegue lo que quiera hasta que se canse. Me rindo”.
Se detuvo en seco, se enfrentó a ella y se quedó totalmente
quieta.
-No tengo miedo, niña. Haz lo que quieras. Aquí estoy -dijo
con voz potente.
La niña reflejo avanzó amenazadora. Cogió un palo de madera
y cuando estaba a punto de asestarle un duro golpe, el tiempo se
detuvo. La agresora se quedó petrificada, inmóvil, y como una
imagen que se difumina, se fue transformando en minúsculas
partículas luminosas que brillaban intensamente. Y, tras unos
instantes, desapareció.
¡Oh! -exclamó Lula, tremendamente aliviada -¡Vaya! -repetía
sin dejar de admirar la magia de aquel instante. Una alegría
profunda invadía su corazón y comenzó a llorar, pero ahora de
contento.
Muy lentamente, aún sorprendida, Lula se acercó al lago, se
miró en el agua y vio una hermosa joven que tenía los ojos llenos
de alegría. ¡Había vencido! ¡Había invertido el hechizo!
En ese momento, todo se iluminó. Las aguas se aquietaron.
Sobre la superficie del lago apareció el reflejo de una hermosa Luna
plateada.
Entonces, poco a poco, fueron apareciendo la Maga del
Bosque, Hada Reflejo y un montón de duendes deslizándose por
cuerdas desde lo alto de la gruta. La abrazaron, la felicitaron y la
festejaron.
-Hermosa Lula- dijo, al fin, la Maga, -has superado la prueba
más dura que se puede imponer a una niña. Gracias a ello, te has
convertido en una joven valiente y capaz de resolver con acierto.
Toma esta “Perla del Lago”- dijo entregándole una preciosa perla
blanca, -que solo llevan los seres más sabios y con ella recordarás
tu poder ante las adversidades.
Lula tomó el obsequio, y lo agradeció emocionada.
Desprendió el broche de la cadena y lo colgó de su cuello. Estaba
feliz ahora que todo había terminado. Hada Reflejo la abrazó
amorosamente.
-Cuando tengas un sufrimiento- dijo- acaricia la Perla y
recordarás tu poder.
-Ya sabes donde encontrarnos, Lula- dijo Iona, la duende
mayor, -siempre estaremos pendientes de tu llamada si nos
necesitas.
-Bueno -dijo Lula- yo también estaré dispuesta para vosotros.
-Ve ahora con tus padres, que sabemos las ganas que tienes
de abrazarlos -dijo la Maga del Bosque para despedirse.
En ese instante, Lula, se encontró en el umbral de su casa. Dio
un suspiró y entró como una flecha. Sorprendió a su madre con un
fuerte abrazo que, ésta, correspondió calurosamente. Ambas con
lágrimas en los ojos.
-¿Por qué lloras, hija?
-Porque te quiero mucho, Mamá.
Luego, abrazó igualmente a su padre y le pidió que esa misma
tarde, salieran los tres a dar un paseo por el bosque. 
La Luna resplandecía hermosa en el blanco de su perla.

FIN

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